jueves, 1 de abril de 2010

El emperador

Tras los muros desencantados por hastío

sueña sus sueños el emperador;

de atropellos bestiales, de auroras boreales

encendidas en alcohol.



Dominante, ante tu mundo

creado de intempestivas muertes, duermes,

abrazas tu almohada, y sus plumas desoladas,

no entibian el azul fuego

de tus pensamientos.



Un trono, de roca oscurecida

por la seca y virginal sangre de libertarias pitonisas,

hará de improvisado escenario para tu acto final

al caer tus ilusiones en el hueco de una urna

que solo conocerás desde el polvo de tus

huesos cenicientos.



Entonces, cuando el silencio ocupe los diarios, tornaré.

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